Generosidad verdadera…
Aprender acerca de la generosidad verdadera no es un tema fácil, sin embargo a lo largo de nuestras vidas vamos experimentando vivencias y realidades que nos enseñan sobre ella.
Hace mucho tiempo, cuando tenía apenas 9 años, pude sentir la generosidad a través de una persona que marcó mi vida para siempre, con un pequeño gesto pero con gran humanidad.
“Ven siéntate sobre mi falda, quiero probarte unos zapatos”
… mientras que con sus manos limpiaba mis pies descalzos y polvorientos…
Alguien me dijo estas palabras hace 50 años, y con ellas comencé a aprender sobre la generosidad verdadera, la que tiene la capacidad de hacer que las personas puedan obsequiar, no con lo que les sobra, sino con lo que le hace falta a su prójimo… Pero en este acto de amor la verdadera generosidad, la que me marcó profundamente y para toda la vida fueron sus manos quitándome el polvo de los pies, con cariño, con naturalidad, con profunda humanidad…
Después de 50 años tuve la suerte de encontrarme nuevamente con Da. Marta, Dios me dio la oportunidad de agradecerle nuevamente su gesto y su bondad, pero también aprovechar para preguntarle acerca de aquellos zapatos -nunca logro recordar cómo eran-, entonces me respondió que eran marrones, INCALCUER, y eran los mejores que habían llegado de Montevideo.
Lo extraño de todo esto es que nunca logré acordarme de cómo eran los zapatos, y ella no se acordaba de haberme sentado en su regazo, haberme limpiado los pies descalzos con sus propias manos y con infinita humanidad.
De vuelta al hotel supe que las manos de aquella mujer sobre mis pies fue un acto de generosidad espontaneo y verdadero, lo hizo con tal naturalidad que se olvido de que lo había hecho, sin embargo marcó mi vida y seguramente ayudó a que fuera mejor persona, más auténtico y más generoso.
Julio César Ilha