El primer presidente de Uruguay fue Don Fructuosa Rivera Toscana, en 1830. Han pasado 187 años y lo recordamos, por su lucha independentista y por haber sido el primer presidente constitucional de nuestro país.
Don José Batlle Ordoñez, Don Luis Alberto de Herrera y paramos de contar… Han sido muchos años de política, de democracia y de constitución, muy poco los recordables. Acaso se puede hablar un poco de algunas familias que constituyeron toda una estirpe política… pero al pasar de los años se pierden en el olvido, no han logrado trascender.
La historia, los símbolos patrios, los emblemas, las batallas, las hazañas, los héroes y las gestas se producen, se homenajean y se recuerdan. Mientras tanto los políticos son como pequeñas luces, pequeños candiles que brillan por un tiempo y luego se apagan para siempre…
En nuestro pueblo la historia no es diferente, partidos y alcaldes deberán pasar por el filtro del recuerdo. A los muchos años alguien será recordado o será olvidado, este hecho dependerá de aquellas cosas que fueron capaces de hacer y de legar a generaciones venideras de vecinos. Unos serán recordados por dialogantes, otros por pedigüeños, otros por ser unos personajes… Sin embargo, esos detalles son incapaces de pervivir en el tiempo, los políticos recordados serán aquellos que sean capaces de cambiar la historia de su entorno, reescribir el guión de una realidad y hacerlo a favor de su pueblo, sin locuras ni estridencias, con vocación de servicio, capacidad de gestión y creatividad inspiradora; que permita esbozar las palabras de aquel discurso que empieza con: “He tenido un sueño… un sueño para mi pueblo”. Ese sueño deberá ser el motor de los cambios, impulsor de una nueva realidad y creador de unas oportunidades que cambien la historia y el rumbo de sus conciudadanos.
Los políticos recordados serán aquellos capaces de romper cadenas y amarres con intereses partidistas, intereses económicos e intereses personales. Tomando decisiones que hagan cambiar el rumbo de la historia y aunque gobiernen un pequeño pueblo, de 3800 habitantes, deberán ser capaces de construir para ellos un mundo diferente, con más equidad, con más justicia y con más oportunidades.
Recordemos que al principio en los albores democráticos, en 1830 en las primeras elecciones constitucionales, donde luego fue elegido presidente Don Fructuoso Rivera, fundador del partido colorado, pasaba esto:
“… el voto estaba habilitado sólo a algunos sectores de la población, quedando excluidos del sufragio las mujeres, los analfabetos, peones y sirvientes a sueldo, entre otros”.